Muchos de los cuentos populares pertenecientes a la tradición oral han tenido que ser adaptados. El concepto de literatura infantil que tenemos en nuestros días nada tiene que ver con el propuesto por las versiones originales de Perrault o los hermanos Grimm entre otros. Historias dominadas por la violencia y una crueldad inimaginable que no tienen cabida hoy en día. Bruno Bettelheim en su Psicoanálisis de los cuentos infantiles afirma la creencia de los padres de que de los niños tan sólo deben presenciar el lado bueno de las cosas, pero de ser esto así, solamente estarían ante una mitad de la realidad. Sin embargo, aparece un gigante capaz de extrapolar esta idea y hacerla medianamente real, digo medianamente porque a veces las cosas no son lo que parecen.
Todos hemos sido niños, algunos seguimos siéndolo en cierta manera. Hemos crecido junto a las producciones de Disney, muchas son las horas invertidas frente al televisor y, admitámoslo, seguimos pendientes de cada estreno. Entretenimiento es lo que nos prometen, pero no engañamos a nadie si nos quedamos únicamente en eso. Los productos Disney buscan educar en determinados valores, en la forma de ver el mundo y en nuestra propia mentalidad.
"Os habéis planteado alguna vez cómo son las
Princesas Disney"
Sencillo, siguen un mismo estereotipo basado en el tópico de la belleza. La primera, con la que Disney dio el primer paso, Blancanieves. Una princesa de rostro delicado, casi angelical, con un carácter dulce y entregado, no muy diferente de su sucesora Cenicienta. Con ellas comienza esta dulce historia femenina en la que las princesas seguirán siendo las protagonistas. Cierto es que podemos observar el cambio que se sucede poco a poco en el estereotipo de mujer Disney. De la mano de Andersen surge la historia de una sirena a la cual conoceremos como Ariel, lejos ya de sus predecesoras, pero a la misma distancia de ejemplificar el concepto de feminidad real y actual. Con esto no digo que fuera Disney el que inventó estas nociones sobre la feminidad, pero sí quien las caricaturizó. Aquí reside el verdadero poder de Disney. Si analizamos el contenido de estas historias nos damos cuenta de los numerosos estereotipos que refuerzan valores sexistas, clasistas y racistas. Cierto es que la productora intenta soportar el chaparrón amoldándose a los nuevos tiempos, de ahí que nos encontremos a princesas como Jasmine o Pocahontas, muestra de una diversidad cultural presente en este mundo globalizado. Con Mulán llega la revolución, la princesa más rebelde, capaz de resistir lo mismo que un hombre, pero una vez más una pena, realmente para lograr recrear la idea de mujer es necesario hacerse pasar por hombre, simplemente me parece una historia de superación. Acercándonos más a estos tiempos encontramos a las princesas más modernas y gamberras como Rapunzel, Tiana (la primera princesa negra) y a las famosas hermanas Elsa y Ana. Desde luego cabe admitir la progresión dentro del concepto de princesa. Pero… ¿es suficiente el cambio en la figura de la mujer? ¿Ante este panorama nos gustaría que nuestras hijas las tomarán como ejemplo? Por otro lado, no creéis que el emparejamiento de la belleza con lo positivo y la fealdad o la inteligencia con lo negativo puede provocar unos prejuicios sociales con ciertas características físicas que nada tienen que ver con el interior o la psicología de las personas.
Ahondando un poco en el tema de la igualdad arrojemos un poco de datos sobre la actuación en base al género a lo largo de las películas. Esta gráfica nos muestra el porcentaje de minutos hablados dependiendo del género.
Al tratarse de películas tendemos a naturalizarlas y no reflexionar. Por eso es importante someterlas a juicio dado que son el modelo a seguir por muchos niños y debemos tener en cuenta el tipo de mensaje que queremos transmitir a estas generaciones sobre la igualdad de género y la superficialidad de una sociedad con un carácter patriarcal muy acusado.
En la sociedad de la información es clave poner especial énfasis en estos tipos de mensajes subliminales que nos imponen a través de los medios de comunicación. Debemos tener claro que Disney no sólo vende un producto, es algo más, vende valores e identidades. Por eso es tan importante la educación audiovisual, una educación crítica con las tecnologías tanto como el análisis de dichos productos que forman parte de la cultura infantil y que supondrán la socialización como individuos adultos una vez terminada la escuela. Se trata de un trabajo en equipo, la dualidad escuela-familia es vital como método preventivo ante los graves problemas que atraviesa nuestra sociedad como son el machismo, la violencia de género y las distinciones sociales y raciales.
Esta semana nos dejó Carrie Fisher, Leia Organa o la primera princesa que no fue Disney.
Consiguió acabar con los castillos, los trajes deslumbrantes y los príncipes azules. Consiguió acabar con el monopolio del rosa. Consiguió que las niñas dejaran de soñar con ser princesas para empuñar una pistola y liderar la resistencia.