Como una insana costumbre o un mal vicio, por llamarlo así. Me encuentro una vez más jugando al Tetris con el espacio del carro de la compra. Entre paquetes de pañales, latas de atún y una serie de alimentos que no sé muy bien cómo clasificar. Con una lista de la compra llena de tachones, mientras suena a todo volumen la lista de Spotify, una de esas recomendaciones automáticas.
No sé cómo lo hago pero siempre acabo con el carro lleno y la cartera vacía. Lo que peor llevo es llenar las bolsas; tanto Tetris, y al final esto no tiene orden ni concierto. Mira que me lo digo siempre, bájate una maldita aplicación y quítate de estos rollos. Pero soy de la vieja escuela. Además, no te voy a engañar (esto entre tú y yo), me gusta ir a la compra.
Observando mi torpeza con las bolsas, la cajera prefiere darle palique a la señora que me sigue.
—Pues sí, Carmen, hasta las diez me toca hoy. Y el sábado de tarde también; pero bueno, según están las cosas… da las gracias dirán. Bueno ¿y este grandullón que la acompaña?
—El nieto, que hoy está conmigo, hija. Ya sabes, los padres trabajan.
—¿Y qué tal te va en cole?
—Uyyy muy bien hija, saca muy buenas notas. Anda dile…
El chico apartó la vista del móvil y la miró fijamente: “Pues saco muy buenas notas; pero no me importa, ¿sabes? No necesito estudiar. De mayor seré youtuber y ganaré mucha pasta.”
ElRubius, Bolli, Vegetta, Wismichu, WillyRex, Patri Jordan… y así muchos más. Aunque hoy en día estos nombres forman parte de nuestro día a día, me llama la atención la convicción con la que ese niño lo dijo. Dónde han quedado esos sueños. Ya no sueñan con ser médico, bombero o piloto. Qué hay de esa emoción que nos duraba dos días después de ver Top Gun y soñar con ser Tom Cruise. El mejor, el piloto, el guapo, el que monta una Harley y el que siempre se queda con la chica. Quizá será porque cuando era pequeño crecí en un mundo analógico, soñaba con un futuro que no es nuestro presente. Somos los últimos que vivimos sin la cortina digital. Los hijos de la Generación X, los primeros de la Generación Y. Aunque también se nos conoce como los Millennials, término que he descubierto hace poco.
Somos el futuro... el futuro que nunca llegó. Tú estudia, con treinta un piso pagado, hipotecados con orgullo. Has venido a comerte el mundo. Como si de un contrato se tratara, de sangre y sudor. Puede que algo de rabia quede, pero la culpa no es de nadie. Somos los últimos de muchos y los primeros en nada, estamos en la brecha, aquellos maravillosos años 80. De ahí lo de Peter Pan; sí, somos treintañeros nostálgicos. Cómo se puede ser joven y nostálgico. Pues sí, se puede. Somos los del pelo largo y las camisetas heavies, aunque ahora vistamos de traje. Volátiles e impacientes. Nacidos de la bonanza, formados para ser los mejores aunque con trabajos miserables. Malcriados nos dicen por no afrontar los ritos de la edad adulta, por no seguir los cánones de un mundo que ya no existe. Los 30 son los nuevos 20. “Viejoven” pueden llamarnos. Aún así, somos el principio de los que vienen detrás; la generación del milenio. Conocemos lo antiguo y manejamos lo nuevo. También somos nativos digitales.
Si miramos a nuestro alrededor todo está en continuo cambio. Con la llegada de las nuevas tecnologías (ya no tan nuevas), podemos decir que esta evolución se ha acelerado de forma exponencial, es el regalo de la tecnología la cual se creó para proporcionar un mayor bienestar.
Si citamos a Darwin «No es la más fuerte de las especies la que sobrevive y tampoco la más inteligente. Sobrevive aquella que más se adapta al cambio». Y si hay algo que define al ser humano es la capacidad de adaptación. Ahora, cómo ha influido la cultura digital en nuestra adaptación. Sobre la mesa nos encontramos diferentes generaciones con diferentes grados de adaptación a ella.
Habiendo nacido en los 80, me encuentro en esa época de transición entre generaciones. Cierto es que mis predecesores son los creadores de esta nueva era y los que vienen detrás han nacido en ella. Siento cómo la tecnología ha marcado nuestro adn.
Ante estos cambios me surgen preguntas. ¿Cuál es el tamaño de la brecha generacional? ¿Es salvable? ¿Qué es eso de la alfabetización digital? ¿Cómo podemos convivir nativos e inmigrantes digitales ante esta proyección de futuro? ¿Y si a esto le sumamos la temida brecha digital? ¿Qué significa para la humanidad la aparición de esta cultura digital?
Pero… ¿realmente no hemos salvado antes escollos similares? Lo primero es admitir esos cambios. Cierto es que los inmigrantes digitales, en mayor o menor medida, consiguen adaptarse a las TICS, pero qué pasa con los nativos. Opino que estos ya han dado el salto, creo que las tecnologías en su caso han condicionado de forma evidente su desarrollo, con lo que no podemos hablar de adaptación sino de evolución. Seguramente estamos ante unos de los grandes avances de la humanidad, pero sólo vemos la punta del iceberg puesto que todavía estos nativos digitales no han copado los sectores. Claro ejemplo de ello lo podemos observar en la educación. Seguimos manteniendo o adaptando los medios tradicionales junto a los nuevos para fundamentar la enseñanza, todo esto revertirá en un gran cambio cuando los que dirijan los sistemas sean nativos digitales formando a otros nativos digitales, sólo hay que observar los cambios en el comportamiento de estas nuevas generaciones.
“Mamá, de mayor quiero ser Youtuber”.
Para finalizar y si como yo padeces de incurable curiosidad por el tema no dudes en visitar la página oficial de Mark Prensky. En ella podrás encontrar artículos realmente interesantes.
Prensky, Mark (2001). Nativos Digitales, Inmigrantes Digitales. En On the Horizon (MCB University Press, Vol. 9 No. 6, December 2001). Recuperado traducido de http://aprenderapensar.net/2009/05/18/nativos-digitales-vs-inmigrantes-digitales/